martes, 4 de noviembre de 2014

2014 11 04 La mujer que abraza la arena.



La mujer que abraza la arena, que viene de lejos pero que disfruta del tránsito, porque al llegar sigue abrazada a la arena. No porque diga por fin, como dirían algunos, viene de lejos y está descansando del duro viaje a través de las olas. Ahora se recompondrá, se levantará y se irá, quizá sin meditar lo que hará más tarde, quizá ya lo meditó en el estado de librarse de las olas, de dejar de mover el cuerpo. No se levanta porque lo que está es en el abrazo a la arena, que tampoco es un abrazo, porque lógicamente no se deja esta, la aparentemente inerte, rodear por su condición de plana, acumulada tras los años. Pero si se deja abrazar en el contacto de lo intangible, con los átomos que no se cuentan porque son invisibles, no porque no existan. Sí, se deja con el séptimo sentido, que además es el más profundo. El del corazón, que como ya he dicho no se ve, no se puede contar, pero eso no quiere decir que no exista.
Yo diría incluso que tiene todo lo que necesita. No le urge ir a ningún sitio, no le urge pensar o disponer de otros menesteres. La concha del Nautilus está ahí para ella, pero ahora no es momento de Fibonacci. Ella ya se sabe perfecta y está en ese tránsito más allá de la perfección de los números. Si fuéramos la espiral en su esencia, nos sentiríamos abandonados. Ya no como concha que una vez tuvo vida y fue cobijo, cosa que seguramente para los guardianes de las formas es necesario dejar claro. Se siente abandonada porque es el estado del corazón el que manda, que está más allá de las relaciones de la naturaleza, de las perfecciones espirales o los mandatos, formulas o recetas que ordenan y distribuyen la vida.  A fin de cuentas el carapacho calizo no tiene que perdonarle nada, ni al olvido de ella, ni a la vida que tuvo dentro, para no olvidarme de los mismos  guardianes de antes. Es la cáscara y es ahora, al igual que lo es Lorenzo con su pelaje blanco y su inocencia más blanca todavía, siempre en su mundo, siempre en el de todos. Los dos amaestrados por la lógica de la espiral. Y cuando digo ahora es siempre. Porque aunque los humanos no sepamos vivir en el siempre no significa que exista el antes o el después. Sólo  nos hemos aferrado porque tenemos mucho tiempo para divagar. Pero no es el caso de nuestra mujer que en este momento está también en el siempre, al igual que la arena que la abraza. Que la arena que la abraza, porque no existe abrazo que se dé de uno a otro o de persona a cosa o viceversa. Un abrazo es un abrazo. Como es lo mismo que decir que una obra no está acabada. Si se la deja reposar es que no hay más que decir por el momento. Porque decir que no dice nada sería ofuscado desde el momento que ha dado vida a este texto.

sábado, 21 de junio de 2014

2014 06 21 Sufro gravemente de Ortorexia.

Pues sí, como reza el título, sufro gravemente de ortorexia. La maldita manía de comer sano, de no querer probar los transgénicos, los precocinados aglutamatados, las bebidas artificiales con edulcorantes artificiales y no sé que más cosas. La verdad es que tuve la suerte de poder llegar a ver comida de verdad cuando era pequeño. Recuerdo incluso, hace unos años, una vez en Colombia que comiendo un pollo asado, mi familia colombiana ser reía de mi porque no hacía más que repetir que el pollo sabía a pollo; hacía tanto tiempo, ya entonces, que no probaba un pollo de verdad criado como debe ser. También tuve la suerte de tener una madre -para entonces los padres no cocinaban- que se preocupaba por darnos verduras, legumbres, frutas, carnes y pescados; para así darnos una alimentación equilibrada y sana. A veces protestábamos porque también queríamos un "Tigretón", unos "Gusanitos" o una "Pantera Rosa" o cualquier otra delicia que veíamos a nuestros compañeros de clase. Pero nos insistía que ya estábamos bien alimentados y que no era necesario comer ese tipo de comida. Y que no era sano ni nutritivo. Lamentablemente cuando llegamos a la adolescencia no pudo controlar todo lo que comíamos. Ni bebíamos. Ni tomabamos.

Tanto eché de menos esos días que en la actualidad intento comer sano, no precocinado, intento comprar en el mercado y a ser posible ecológico y en vez de comprar en las grandes superficies. Procuro comer alimentos básicos, como ya comenté antes, en vez de cosas ya elaboradas. Intento evitar algunos alimentos que considero dañinos y que no aportan nada a la alimentación como los lácteos, el azúcar y edulcorantes, la sal refinada o el trigo o los alimentos con gluten. 

Reconozco que en general no hay conciencia de comer sano, tampoco cuando voy a comer fuera. Pero aún así nuestros gobernantes están preocupados y han decidido que cualquier persona que quiera comer sano está enfermando de "ortorexia" con graves implicaciones en el aislamiento social y la autodestrucción. (Muy Interesante 21.02.2011 y Diario “La nueva España” 18.03.2014). Claro, en ese caso, no sólo creo que comer bien es importante, es más, debo honestamente declararme enfermo de tal mal. No voy a renunciar a intentar escapar de la comida basura y transgénica que nos inunda y nos es impuesta. Ya empecé a preocuparme cuando de pequeño vi como le daban piensos a los animales, pensé que sólo era cuestión de tiempo que acabáramos comiéndolo nosotros.

Pero no todo es alimentación. También estoy enfermando de protestarexia ante las injusticias, de amorexia, sexorexia, pazoerexia por hacer todo lo posible por un mundo mejor con más amor, respeto y cariño,  Culturexia y educarexia con brotes de leerexia por desear un mundo más educado, culto y sensible ante los sentimientos y las costumbres de los demás -que no la permisibilidad-, ecorexia, por la urgencia de cuidar del planeta donde vivo, econorexia y energirexia porque un día imaginé un mundo sin dinero y alimentado de energías libres y gratuitas. Y otras tantas afecciones que me están empezando a pesar desde hace años. 

Espero que pronto saquen los fármacos adecuados. Así ellos podrán hacer su negocio y quizá, si son buenos, alivien mis dolencias, aunque tengo un alma y un espíritu duros de roer, ya muy enfermos de todas estas afecciones.